Desde esta cabina telefónica (como diría Millás, qué extraño se me hace pronunciar cabina telefónica) llamó Carlos V a sus pregoneros para decirles que acababa de ajusticiar a Padilla, a Bravo y a Maldonado.Tuvo que meter una moneda de 50 ducados y aún así la comunicación dejaba mucho que desear. Sonaban ya las señales de fin de llamada cuando anunció deprisa y corriendo que dejaba colgadas las cabezas de los tres soldados campesinos en el rollo de Villalar.
Propongo que esta cabina permanezca para siempre ahí, vacía de contenido, como homenaje a la derrota que en el pasado sufrieron los comuneros a mano de las tropas de Carlos V y también como acusación por la derrota que en el presente hemos sufrido todos nosotros bajo el tropel de la Troika (de troika trincante: Comisión Europea, Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional).
Nos gusta sobremanera que nos derroten. Somos dignos descendientes de Los Comuneros, nos va el sadomaso. Nos atizan por todos los lados, nos inflingen todo tipo de daños. Nos dejamos matar.
Hoy, conmemorar Villalar es un despropósito. Si fuéramos pueblo, si nos sintiéramos pueblo, lo que habría que hacer era resarcirse de lo ocurrido en Villalar.
Y luego llamar por el móvil a Mariano -llamada internacional- para decirle de qué rollo habíamos colgado las cabezas de la Troika. |