Jerónimo Arroyo, arquitecto eterno gracias al bronce de Luis Alonso, ha aprovechado un descuido del paisanaje para pasar al lado oscuro de la Fuerza y ejercer de vigilante de la O.R.A. por un ratito, lo cual es en su caso, condenado a la fría quietud del metal, un lujo. Y, favorecido por la suerte del principiante, ha tenido la oportunidad de sancionar a un vehículo y así resarcirse del tiempo que llevaba sin decir ni mu. Consciente de que enseguida tendrá que regresar a su ocupación rajoyana -no hacer nada, permanecer quieto-, se ha permitido un alarde y le ha clavao al Ayuntamiento -propietario del camión infractor- una multa de un millón de euros por aparcar en zona prohibida. La receta, en bronce. Y el ejemplo también, pues hoy día los arquitectos aspiran a rentabilizar sus años de estudio obteniendo al menos una plaza como vigilante de la O.R.A. |