Cada vez que paso a tu lado me preguntas por el tiempo transcurrido. Ya no sé qué decirte. Ese edificio desde donde asomas fue tu residencia; lleva cerrado algunos años y las monjitas de dios padre que entonces te educaron en la sumisión, hoy crían malvas a la sombra alargada de un ciprés.
Gastaron un dineral para rehabilitar tanto ladrillo inútil y amueblar la casona por dentro como si fuera un palacio. Gastaron sin medida, pues nunca les dolió el derroche ya que el dinero era nuestro. Luego cerraron puertas y ventanas, no fuera a suceder que pobres okupas vinieran a disfrutar lo que ya sólo pueden disfrutar los muertos.
Cada vez que vuelvo la cabeza hacia la fachada desde donde me miras, te miro. Pero no puedo decirte nada nuevo. |