Hubo una vez un obispo, de nombre Nicolás Castellanos, que decidió dejar de recaudar para la multinacional del Vaticano y abrió un chiringuito por su cuenta. Los políticos católicos dieron su nombre a esta calle. Yo propuse que la calle se llamara Nicolás Que Te Vas, pero no me hicieron caso.
El obispo errante vuelve periódicamente a la ciudad para visitar a su rebaño y de paso sacarle los cuartos en nombre de ese dios uno y trino y cuádruple y lo que haga falta.
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