Mi tía Concha vivió durante más de sesenta años en esa casa. Yo paseaba la calle Mayor, como todos los palentinos y, al llegar bajo su galería, levantaba la mirada sabiendo que siempre la encontraría allí asomada. Hoy sigue ocurriendo el mismo fenómeno, cada vez que paso, miro y allí está. La única diferencia es que entonces yo hablaba con los vivos y hoy doy palique a los muertos. |